domingo

Un testigo y un buscador:


Parte I

Parte II


Parte III


Parte IV


Parte V

Parte VI





Regina y el 68 cuarenta años después

Entrevista a Antonio Velasco Piña

Ismael De Lorenz

Con esta entrevista damos inicio a una serie dedicada a platicar con personajes que tienen una verdad que comunicar, alguna experiencia importante de tipo espiritual que desean transmitir. Y qué mejor comenzar platicando con nuestro buen amigo Antonio Velasco Piña.
–Muchas gracias, Ismael. Hace muchos años que sigo la revista El Buscador, que ha llenado un vacío que existía en México y ha permitido a muchísima gente acercarse a diversos caminos espirituales, cumpliendo con ello una función sumamente importante. Así que es un privilegio haber sido escogido para iniciar esta serie de entrevistas.
–Tu libro más conocido es
Regina. Dos de octubre no se olvida. ¿Cómo surge la idea de escribirlo?
–Es una historia larga. Los padres de Regina eran amigos de mis padres. En los años treinta del siglo pasado mis padres tenían una pequeña fábrica de dulces, compraban maquinaria que su padre importaba, y así nació una estrecha amistad. Es más, Regina nació en la casa de campo de mis padres, estaban de visita y no pensaban que eso fuera a pasar. Yo tenía trece años y no la volví a ver, y veinte años después aparece ella sentada aquí en esta sala donde estamos, cuando regresa después de haber estado primero en el Tíbet y luego en China. Buscaba a mi madre intentando alquilar la casa donde había nacido, pero cuando se entera de que la casa está fuera de la ciudad, en el estado de México, alquila la casa de mis padres y se queda a vivir en ella todo el tiempo en 1968. Así es como se da la relación. De hecho, cuando la vuelvo a encontrar yo no recordaba nada pues habían pasado veinte años; ella me dice que yo sería testigo de acontecimientos y yo no sabía qué iba a pasar. Lo digo en broma, pero si hubiera sabido, me habría ido a Estados Unidos de ilegal para no tener que enfrentar todo lo que ocurrió. Mi labor simplemente fue de testigo, hacía diez años que había salido de la Facultad de Derecho; no me toca participar activamente en el movimiento de 1968 sino como simple testigo, acompañándola a ella y a los Guardianes de la Tradición en todo el proceso que llevaron a cabo para formar primero los centros de mexicanidad y luego darle al movimiento la parte espiritual. Como sabemos, este movimiento tuvo muchas facetas, una política, una social, pero la parte espiritual, la parte interna, se la dieron ellos, y eso es lo que le dio al movimiento la trascendencia que tuvo, sobre todo la repercusión a nivel internacional, pues no se quedó como simples algaradas, como simple movimiento de protesta, sino que se convirtió en el detonador de la posible conciencia de la humanidad. Fue una toma de conciencia planetaria, la humanidad entera se percató de que toda una serie de instituciones, organizaciones políticas, ideologías, eran totalmente falsas y era pura mentira lo que las sostenía. Esa toma de conciencia del 68 es la que permite que cuarenta años después se den acontecimientos como la caída del muro de Berlín, el colapso de los sistemas comunistas, porque todos esos pueblos se percataron de que no existía el socialismo real, que no era más que una dictadura burocrática enmascarada en una supuesta dictadura del proletariado. Cuarenta años después se produjo el milagro de que sin necesidad de guerras, de revoluciones ni matanzas, se pudo cambiar esos regímenes intentando crear sistemas democráticos. Lo mismo sucedio en países suramericanos, que eran dictaduras militares, y en México, donde también había una dictadura disfrazada de democracia. En España también y en todas partes se produce una transformación de toda la sociedad, de todas las organizaciones políticas, gracias a esa toma de conciencia que ha producido cambios extraordinarios sin necesidad de guerras, sin necesidad de revolución. Eso por lo que se refiere a los cambios más evidentes, pero hay cambios más importantes, por ejemplo, el hecho de que en 68 existía una conformidad absoluta con el sistema de producción económico que prevalece todavía, que es totalmente destructivo con el ambiente, que es suicida con el planeta mismo, y la gente estaba muy conforme con ello, pensaba.
Esta conciencia ecológica presente hasta en un niño de kinder es la que permite ahora iniciar la salvación del planeta. Es mucho más importante que un cambio político. Otro cambio es la posición de la mujer, que hace cuarenta años estaba totalmente marginada, subyugada. En todas partes del mundo la mujer estaba supeditada y actualmente hay un florecimiento de la actividad femenina; no quiere decir que se haya alcanzado plenamente lo que debe ser, pero comparado con hace cuarenta años parece que han transcurrido siglos. También la valoración de las culturas prehispánicas y las culturas indígenas de todo el mundo, menospreciadas hace cuarenta años y que ahora han sido revaloradas, permitirá enriquecer la herencia de la humanidad con la contribución de las culturas autóctonas a la cultura planetaria que se está creando. Lo más importante es justamente eso: por primera vez en la historia la humanidad está adquiriendo una cultura que permita a todos funcionar como un solo ser, una cultura planetaria, romper los tabúes, los fanatismos, los sectarismos y que esta globalización que ahora es sólo económica y bastante injusta, se convierta en una globalización espiritual que nos permita aprovechar la herencia espiritual de cualquier época, de cualquier movimiento espiritual o religión.
–Pero este proceso, esta transformación que vinculas en gran medida a los sucesos del 68, ¿vuelve a Regina un personaje central de esta toma de conciencia en el mundo o simplemente una parte de los actores que contribuyen a ella?
–Un personaje central pero de ninguna manera el único. Si la humanidad está alcanzando un nuevo nivel de conciencia es por tres causas: primera, la ayuda divina que está propiciándola, segunda, la labor de seres espirituales de distintos niveles que en diferentes lugares del mundo están impulsando esta mutación de la especie humana, tercera, el esfuerzo que cada uno de nosotros hace para ponerse en sintonía con los cambios de los tiempos. Todo esto confluye a la creación de una humanidad que se está dando ante nuestros ojos, pero no es obra de una persona ni mucho menos, es resultado de corrientes, líderes espirituales y el esfuerzo de cada persona.
–El 68 es un momento central, pero hay otros momentos fundamentales a lo largo del pasado siglo...
–Sí, forma parte de un proceso, no es un hecho aislado en la evolución de la humanidad. Lo que pasa es que hay verdaderos puntos o parteaguas históricos y el 68 fue uno de ellos. Pero no podemos aislarlo de la segunda guerra mundial, importantísima porque fue el intento de las fuerzas más tenebrosas encarnadas en un movimiento aparentemente político, como el nazismo, para torcer el rumbo de evolución de la humanidad y convertirla en dos clases, una de amos y otra de esclavos. Si el nazismo hubiera triunfado esto se habría dado a escala mundial, se habría desarrollado el ser humano pero en su aspecto más negativo y nefasto. Si se logró el triunfo no fue nada más por las fuerzas militares, sino por los esfuerzos espirituales que también intervinieron. De los grandes líderes políticos el único que alcanzó a ver la dimensión espiritual de este acontecimiento fue el general Charles de Gaulle, que lo consideró una lucha entre el bien y el mal mucho más que por factores económicos o políticos.
–Algunos dicen que Regina es una creación literaria, tú afirmas que fue real y los sucesos que vivió fueron reales, que existió físicamente y que conviviste muy cerca con ella. ¿Cómo era en su forma de ser, en su trato? ¿Meditaba, hacía oración, qué recuerdas de ella que no esté en el libro?
–Lo más característico de Regina eran dos cosas: una capacidad enorme de disfrutar de la vida, que hacía que siempre estuviera alegre, capacidad que transmitía a los demás, estar con ella era como estar de fiesta, ella apreciaba todo. Por ejemplo, iba por la calle y te decía: “Mira ese perrito, está muy contento porque está enamorado. ¡Qué bonito que el amor también se manifieste en los animales!” Y si uno observaba con atención se daba cuenta de que el animalito estaba en un estado de alegría muy especial; eso hacía que estar con ella fuera como una fiesta porque intentaba compartir las causas que le producían alegría, desde un platillo, ver un árbol o el amanecer, una persona contenta, la enorme cantidad de motivos que deberían causarnos alegría. La otra parte de su personalidad, no fea pero sí un tanto pesada, era que siempre estaba trabajando intensamente y pedía a los demás que también lo hicieran. Ahora, con la perspectiva del tiempo, me doy cuenta de que nunca le pedía a nadie algo que estuviera por encima de sus fuerzas, que no lo pudiera hacer, pero tampoco le pedía algo por abajo de su capacidad. Casi todos trabajamos con el cinco o diez por ciento de nuestra capacidad y resultaba cansado estar con ella. A veces uno estaba comiendo y no podía terminar, porque decía “lo siento mucho pero ahora hay que hacer otra cosa” y siempre estaba organizando el trabajo. A la larga eso resultaba cansado, pero se compensaba por su entusiasmo y alegría. Ella meditaba y oraba bastante; todos los días, sin importar dónde estuviera, se retiraba un momento a su habitación. También decía que se podía aprovechar para meditar u orar cuando se hacían otras cosas, por ejemplo, que al caminar se podía meditar o hacer oración. La oración no consiste necesariamente en rezar sino en adquirir una conciencia superior a través de lo que se está haciendo, por ejemplo, si estoy haciendo bien la sopa, estoy orando al hacer la sopa, si estoy caminando con conciencia, con todo el organismo, con conciencia del lugar, estoy orando al caminar. Aparentemente le dedicaba poco tiempo a la oración verbal o a la meditación, pero mientras caminaba también estaba orando.
–¿Transmitía un mensaje, una enseñanza, una filosofía o simplemente era un personaje que con su presencia y acción propiciaba situaciones especiales que detonaron el movimiento del 68?
–Se deduce de su conducta que no quiso dejar una enseñanza específica porque eso la habría convertido en una maestra y se habría generado un movimiento en torno a ella, por eso no quiso enseñar más que con el ejemplo. Un grupo de discípulos habría dicho: “Somos los discípulos de Regina, vamos a crear una institución o una secta”. Estaba consciente de que en la actualidad la creación de un movimiento sectario o fanático es todo lo contrario a los signos de los tiempos, marcados por una espiritualidad más abierta. No hay una enseñanza suya vertida en conceptos, ni una institución que la represente. Algunas personas han intentado crear instituciones para difundir su vida, pero éstas han desaparecido; el peligro de tratar de apoderarse de ella es que la institución jerarquice: “Yo soy el más importante porque tengo un símbolo más grande que el tuyo, porque yo conviví más con ella”. No hay ninguna institución que la represente, pero es una fuerza inspiradora que ha dado lugar a un musical, pinturas y esculturas, pero sobre todo ha inspirado a personas que tratan de seguir su ejemplo. Algunas trabajan con los niños de la calle en Guadalajara, con enfermos en México; en España el movimiento Amalurra, un movimiento vasco no político ni violento, intenta dar un carácter espiritual al país vasco. Son cosas positivas que ella ha inspirado, pero no sectarismo.
–Además de plasmar en el libro todo lo que aprendiste y observaste después de convivir seis meses con ella, hiciste una investigación sobre el movimiento del 68. ¿Cuál fue el proceso para escribirlo, cuánto te llevó?
–Me llevó veinte años. Fue un proceso largo porque aunque ella me encomienda dar un testimonio sobre el movimiento del 68, cuando muere yo estoy hondamente afectado por todo lo que me tocó presenciar y por su muerte. Entonces no puedo escribir nada y mi maestro Ayocuan, que fue el autor de
La Mujer Dormida debe dar a luz, me dice: “Olvídate de ello. Como las mandas, te la voy a cambiar y te voy a encomendar que escribas sobre Tlacaélel”. Como soy abogado nunca había hecho investigación histórica y durante diez años me dedico a investigar sobre Tlacaélel y aprendo muchas cosas, a escribir y a investigar. Recibí una gran enseñanza al investigar la muerte de Itzcóatl y conocer las discrepancias que existían sobre cómo había muerto, ¿cómo es posible que las personas que convivieron con él, los testigos de la época, describan diferente su muerte? Entonces descubro que ésta es la regla general, cada uno percibe la realidad de manera distinta a causa de sus intereses, su nivel de conciencia, su historia personal, y sinceramente cree que la verdad es la percepción que él tiene, pero choca con la percepción de los demás. Por ejemplo, cuando un matrimonio se está divorciando hablas con él y dices: “Este hombre es un santo, ¿cómo pudo aguantarla tantos años”; platicas con ella y concluyes: “Es un tipo de lo peor”. Cada uno expresa sinceramente su verdad; la percepción de la realidad es completamente subjetiva y personal. Así que cuando escribí el libro sobre los acontecimientos que percibí en 68, no significa que exactamente así hayan acontecido. Entonces llegué a la conclusión de que la verdad con mayúscula sólo la conoce Dios y lo que debía hacer era recopilar la mayor cantidad de información acontecimiento por acontecimiento para sacar un común denominador, pero no con la intención de decir que el libro de Regina expresa “la verdad” del 68.El libro sintetiza la descripción de muchos sucesos sin pretender poseer la verdad absoluta. Es una síntesis de muchos testimonios que me permitieron acercarme a los hechos. Hay muchos acontecimientos que describo que no presencié, por ejemplo, la entrevista entre el general Cárdenas y el presidente Díaz Ordaz en Los Pinos. Obviamente no estaba escondido con mi grabadora, sino que Díaz Ordaz le platicó a Gutiérrez Oropeza, su jefe de estado mayor, lo sucedido y éste lo cuenta en sus memorias. A su vez Cárdenas le relató a Heberto Castillo la entrevista y éste la incluyó en su libro Si te agarran te van a matar. Los relatos son totalmente contradictorios, pero como figura histórica merece más crédito la versión del general Cárdenas. Así que la información procede no sólo de estudiantes, sino también de policías, militares, funcionarios públicos, maestros. Muchas veces me pasa que respecto al relato de alguna manifestación de cientos de miles de personas, me dicen: “Yo estuve allí y no fue como lo cuenta”. Entonces les pregunto, ¿Usted dónde estaba?, “yo iba delante, yo iba en medio, yo atrás”. Cada quien percibe situaciones distintas. Por ejemplo, van tres personas, una es un comunista radical pensando que la manifestación será el detonador de la revolución; otra es su novia, a quien no le interesa en lo más mínimo la revolución ni el movimiento ni nada, sólo quiere cuidar a su novio. Con ellos va una señora que desde hace una semana busca su hija que no aparece por la casa, piensa que es uno de los muchísimos jóvenes que desaparecieron, que los cremaban o los echaban al mar y no volvían a aparecer. ¿Cuál es la versión verdadera de la manifestación? Las tres y ninguna; no se puede decir que la manifestación la hicieron los comunistas radicales o las jóvenes para cuidar a su novio o las madres para buscar a sus hijas que no aparecían; fue para eso y para muchas cosas más. Y tampoco sería aceptable ni justo decir que las manifestaciones eran para lograr cierta concentración de energía en el Zócalo y poder aprovecharla en un ritual, pues eso lo sabían sólo cuatrocientos y pico de personas, las demás participaban de manera inconsciente. En alguna medida les afectaba, por ejemplo cuando sonaron las campanas de Catedral esa noche después de la manifestación muchas personas comenzaron a rezar o a llorar. Eran cientos de miles que no fueron a escuchar una campana sagrada, pero cuando sonó les afectó. Yo no conozco a una sola persona que haya ido a esa manifestación del silencio y que no considere que el haber asistido a esa manifestación fue un acontecimiento central en su vida que le afectó profundamente. Hace tres años se hizo otra manifestación del silencio contra la violencia sobre la misma ruta pero como la gente está totalmente desacostumbrada y no sabe lo que es vivir en silencio, no lo soportó y comenzó a aplaudir. En el 68 el silencio se mantuvo por horas y no fue necesario aplaudir. Se logró un ritmo de marcha que no se consigue en meses de entrenamiento, pero se logró sin ello. Claro, esto fue después de que el país vivió una tensión especial como resultado de los movimientos que conmovían al mundo, entonces había un grado de conciencia que permitía hacer una manifestación en esa forma.
–A cuarenta años del 68, ¿lo que sucede ahora es más o menos lo que esperabas o imaginabas?
–Para hacer ese balance uno debe entender que todos los acontecimientos que ocurren en cualquier parte del mundo son producto de dos procesos simultáneos. Uno son los horrores que se presentan en todo el mundo (narcotráfico, matanzas, robos, terror), resultado de que una etapa histórica está llegando a su fin, muere un ciclo histórico y esa muerte no es una metáfora, es algo vital, objetivo, como es la destrucción de las ideologías, la corrupción social, el fin de las instituciones; pero al mismo tiempo se está dando ante nuestros ojos un proceso de una nueva etapa histórica caracterizada por el intento de rescatar los valores espirituales más elevados, de encontrar solución a los problemas del planeta, no de un país sino de toda la humanidad, un intento de crear una conciencia espiritual planetaria. Esto va creando un tipo de personas e instituciones totalmente nuevas, situación muy similar a la que se presentó en el Mediterráneo en los siglos IV y V de nuestra era; por un lado se daba el fin de la cultura grecolatina, su colapso producía una corrupción de todo lo existente: había, como ahora, bandas de narcotraficantes, políticos corruptos, guerras, criminalidad, todo lo que estamos viviendo ahora a nivel mundial, pero a la vez estaba iniciándose una nueva cultura en las catacumbas y en los grupos cristianos, en los grupos de mayor conciencia, no entre los grandes sabios, políticos o millonarios sino muchas veces en los medios más desprotegidos como los gladiadores y los pobres, una nueva conciencia occidental. Esta cultura que se está colapsando surgió allí de la manera más imprevista, la solución no vino de los grandes sabios, políticos o financieros, sino de los grupos más marginados que crearon una nueva cultura mediante su esfuerzo, su sacrificio, de las matanzas y persecuciones que tuvieron que sufrir para lograrlo. Es lo mismo que sucede ahora, en todo el mundo hay gente trabajando para alcanzar nuevas soluciones.
–Recuerdo que Alfonso Arau estaba interesado en grabar una película sobre Regina.
–Todo tiene su momento. Ese proyecto se frustró porque las circunstancias no lo han permitido aún. Arau fue al Tíbet para conseguir de los chinos la autorización de filmar la película. Se necesitaba la locación en Lhasa, pero descubrió que en el gobierno chino también había una gran corrupción y le dijeron: “Si usted nos muestra un proyecto que presenta el genocidio chino en contra del pueblo tibetano de ninguna manera lo puede filmar, pero si nos presenta otro proyecto que hable de las grandes conquistas del gobierno chino y deposita una cierta cantidad de dinero, puede grabar lo que usted quiera”. Por otro lado, Arau fue a ver al presidente Salinas para decirle que que no solo se necesitaba permiso sino el apoyo del gobierno para filmar en el Zócalo, Teotihuacán y Tlatelolco. Salinas dijo que era muy delicado porque el dos de octubre aún estaba muy presente en la mente de los mexicanos, “déjenme ver qué se puede hacer”. Total que se frustró el proyecto.
Otro grupo está intentando realizar el proyecto de forma más modesta de la que intentó Arau, no sé si se logre. No depende de mí. A fin de cuentas las cosas funcionan por sí mismas. Acabo de pasar una experiencia interesantísima. Estuve en Japón con motivo del musical que se va a presentar sobre Regina, por todas partes Regina tiene una enorme influencia; hablo de Regina, no de mi libro. Los japoneses son excepcionalmente amables y corteses, pero es muy difícil que alberguen un extranjero en su casa; a mí me albergó una señora y me contó que la casa donde estábamos, de estilo completamente japonés (te sientas en el suelo, las paredes son de papel, no hay regadera...), había sido totalmente distinta. “Mi esposo murió hace dos años y desde entonces yo estaba deprimida, sentí que mi vida no tenía sentido, y entonces alguien me platicó de Regina y eso me cambió la vida. Gracias a la inspiración de Regina, demolí la casa donde vivía, que era occidental, y construí esta casa completamente japonesa”. Y eso pasa con muchas otras personas que vuelven a sus raíces y demuelen su casa occidental para recuperar las casas japonesas. Que Regina esté ejerciendo tal influencia en algo tan cotidiano como es el lugar donde habitas es algo que jamás me iba a imaginar. No es obra mía, es de Regina. Te podría platicar muchas anécdotas más, por ejemplo, en el país vasco está la institución Amalurra, que busca recuperar las raíces vascas. Hace unos años se reunieron todos los grupos importantes vascos para ver si aceptaban una tregua que les ofrecía el gobierno español y todos concluyeron que estaban de acuerdo... “si se reconoce a mi grupo, que tiene derecho a tener tantos diputados”. El único que no pidió nada fue el grupo Amalurra y cuando preguntaron a sus miembros qué iban a pedir, dijeron: “Nosotros no venimos a pedir sino a ver qué podemos dar, porque de acuerdo con Regina debemos ayudar y no pedir ayuda”. Que Regina tenga esa influencia en el país vasco es muy positivo e importante. Influye siempre así en cosas muy cotidianas, locales y positivas, no entra en reivindicaciones. Insisto, ninguno de esos grupos representa a Regina; ella es una inspiración, no es una organización.
–¿Qué te hizo pensar que 1987 era el momento oportuno para publicar
Regina?
–Simplemente fue cuando terminé el libro, 19 años después de comenzarlo. Me llevó 19 años, con todo lo que te acabo de platicar. Cuando salió fue muy curioso, ahora vivimos una etapa en México donde todos nos sentimos con absoluta libertad de expresión, por mucho que nuestro pensamiento sea contrario a las disposiciones oficiales. En 1987 todavía había mucho temor. Cuando salió el libro las acusaciones eran tan directas que pensé que lo prohibiría el gobierno. Eso hizo que se agotara de inmediato la edición, porque los libreros jugaban un poco con la idea de que debías comprar el libro antes de que el gobierno lo retirara de circulación. Una muchacha me escribió diciendo: “Hace tiempo buscamos el libro de Regina pero nos dijeron que estaba prohibidísimo y se castiga a quien lo lee. En la noche lo leía a escondidas y cuando terminé de leerlo lo quemé. Pero la semana pasada fui a Sanborn's del Ángel en la ciudad de México a visitar a unos familiares y encontré un alterón de libros de Regina y eso me desilusionó mucho porque pensé que un libro sobre el 68 que no prohíben dice muchas mentiras”. Nunca he recibido un ataque o sanción por parte del gobierno, ningún obstáculo. El libro ha circulado libremente desde el principio, ahora no tiene ningún chiste pero sí hace veinte años.
–¿Cómo es hoy tu vida, cómo es un día en la vida de Antonio Velasco Piña?
–Mira, ya tengo 73 años pero sigo pensando y actuando como si tuviera 23 y eso a veces provoca cosas chuscas. En Japón estábamos ascendiendo una montaña y me dijeron: “Mejor no suba, quédese aquí”. Subí, pero en determinado momento rodé en la nieve, porque sigo haciendo barbaridades sin darme cuenta de la edad que tengo. Me invitan a hacer cosas y yo las hago aunque no correspondan a mi edad. Me dedico ahora a escribir, dar conferencias, investigar sobre temas históricos. La historia de México es fascinante, no sólo el 68 sino toda la historia, pero tal como se expone adolece de un marcado materialismo. Se han hecho a un lado todos los aspectos espirituales y eso hace que no se entiendan muchos acontecimientos, porque al quitárselos queda el acontecimiento sin explicación, sin una causa que lo motivara. Entonces intento recuperar pasajes importantes como la conquista de México, la Independencia y los Niños Héroes resaltando los aspectos de carácter espiritual que tiene nuestra historia y que hemos hecho a un lado porque desgraciadamente se expone la historia de México con un enfoque materialista.
–¿Qué estas escribiendo actualmente?
–Siempre estoy escribiendo. No me gusta decir lo que estoy escribiendo pero escribí un libro sobre Tlacaélel que nos permite entender qué fue realmente el imperio azteca y la conquista de México. Tengo otro libro sobre la Independencia que nos permite entender la extraordinaria figura de los héroes de la Independencia, a los que les han mutilado su aspecto espiritual. Por ejemplo, se menciona que Hidalgo sabía francés, pero no fue el francés lo que le permitió tener esa comunicación con las comunidades indígenas sino el hecho de que hablara náhuatl y otomí. Vivía trabajando con ellos desde mucho tiempo atrás y recibió el apoyo inmediato de las comunidades indígenas porque estaba comprometido con ellas.
–¿Llevas alguna práctica espiritual?
–Yo me sigo considerando católico, muy malo pero católico. Mis prácticas siguen siendo ir a misa, orar, también hago meditación y aprendí a caminar con Regina en Chapultepec y sigo haciéndolo. Es un bosque sagrado, así que caminar en Chapultepec siempre produce buenos resultados y caminar en la ciudad de México, en sus rutas sagradas, también. Mi práctica básicamente es de caminatas rituales, oración y meditación, pero no mucho porque no soy ningún santo, soy un hombre muy ordinario.
–¿Te consideras un hombre feliz, estás en paz?
–La verdad sí, doy gracias a Dios porque siento que me ha dado mucho más de lo que me merezco en todo sentidos, salud física, amistad, y eso es un tesoro muy grande. Cuando tienes un problema de repente te sientes apoyado por un montón de amigos. Con ese apoyo los problemas siempre se minimizan, si tienes afectos familiares y de amistad nunca hay un problema insuperable. No es falsa modestia, realmente no merezco lo que tengo. Lo único que no tengo es dinero, pero podemos pasarla muy bien sin mucho dinero. Tener para las necesidades inmediatas es más que suficiente.
–¿Qué momentos imborrables de tu vida quisieras compartir con nosotros?
–Son recuerdos muy íntimos cuando percibes el amor de tus padres, de tu esposa, tu hijo (sólo tengo uno); también los momentos que compartes con los amigos y cuando por gracia de Dios percibes una dimensión sagrada, en algún ritual, cuando estás orando, de repente te das cuenta de que realmente lo sagrado está allí, frente a tus ojos y nunca lo ves, pero gracias a una concentración en una circunstancia especial percibes ese aspecto divino que está presente en todo. Son sumamente transitorios esos momentos, pero creo que todos los hemos tenido, al abrazar a tu esposa o al llorar o participar en un ritual. Los momentos en que tenemos contacto con lo sagrado son los más importantes en nuestra vida.